Jueves 10 de Septiembre de 2020
Entrevista a Ezra Susser y José Lumerman
Se cumplen 10 años de esta publicación en el diario La Nación y estas ideas conservan su plena vigencia, continúa el desafío de continuar extendiendolo hacia América latina
Dieciocho años de trabajo conjunto y amistad y la profunda esperanza en que las peores situaciones pueden mejorar con la intervención de las personas, aun de los aparentemente más débiles o vulnerables. Esto es lo que une a Ezra Susser y José Lumerman, médicos psiquiatras, el primero codirector del Departamento de Salud Mental Global de la Universidad de Columbia, Nueva York, EE.UU.; el segundo, director del Instituto Austral de Salud Mental (Iasame), en la ciudad de Neuquén.
Susser y Lumerman coinciden en que a los enfermos mentales no hay que recluirlos en instituciones de por vida, sino contenerlos en las crisis y ofrecerles después una red de resocialización.
Dicen que es posible hacerlo en una gran ciudad y también en un pueblito de 3000 habitantes con un equipo de salud formado por un médico generalista bien entrenado, un enfermero, un agente sanitario, un asistente social y -condición imprescindible- la participación de todos los actores sociales posibles, porque es "la gente" la única capaz de comunicar con una actitud abierta que existe espacio para estos pacientes en la vida social, y darles una buena razón para regresar del infierno en que seguramente les ha tocado estar.
Ezra Susser visitó Buenos Aires, Neuquén, Santiago de Chile y Río de Janeiro para poner en marcha una alianza entre la Universidad de Columbia, el Iasame, la Universidad Nacional de Chile y los Centros de Atención Psicosocial (CAP) de esa ciudad de Brasil. "Es una iniciativa multicéntrica impulsada por el departamento de Salud Mental Global de la Universidad de Columbia -explica Lumerman-, preocupada por la baja asignación presupuestaria al sistema de salud en nuestros países" (ver aparte).
Susser y Lumerman se conocieron en 1993, cuando el argentino viajó a Nueva York para especializarse en Columbia, donde Susser ya aplicaba el Critical Time Intervention (CTI), orientado básicamente a rescatar homeless de las calles. "José me llamó 15 veces hasta convencerme y fuimos a Neuquén, que yo ni sabía dónde quedaba", recuerda.
El apoyo de Susser dio sus frutos: el programa de Lumerman (que es fellow de Ashoka, organización que apoya a emprendedores con ideas para resolver problemas sociales) fue elegido modelo para países en vías de desarrollo por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
-¿Es posible que alguien con esquizofrenia, depresión o trastorno bipolar se recupere y lleve una vida aceptable?
Susser: -Sí, la gran mayoría. Son enfermedades graves y no se solucionan solamente con un medicamento; eso ayuda, pero si la persona sigue con una vida básica y limitada, sin espíritu ni intereses ni intervenciones con otros, no hay mejoría posible.
- Siempre que hay un enfermo mental, hay un ser querido que deja de tener vida para cuidarlo. ¿Esto se puede evitar o aliviar?
Lumerman: -Es una pregunta que hasta hace algunos años tenía una respuesta triste o limitada, pero ya no. Hay muchos pacientes graves recuperados, con muchos años de evolución, que no sólo no requieren que un familiar esté constantemente atrás, sino que aportan a la familia. Además de dinero, se ocupan de la madre viuda; algunos forman familia: tenemos recursos terapéuticos y de rehabilitación productiva que permiten que una persona organice su vida y sea un integrante más. Lo hemos logrado en cerca del 90% de nuestros 2500 pacientes, a lo largo de 17 años.
-¿Y por qué, si esos recursos existen, hay todavía manicomios?
Lumerman: -La respuesta es que salud mental es la cenicienta de la salud pública. La problemática de la salud mental en la población está negada. Hay ausencia de políticas públicas. En el Instituto Austral, demostramos que con los recursos locales, en un lugar donde no hay especialistas, se puede atender a estas personas, pero no sólo para darles un medicamento, sino en alianza con la familia, con los medios de comunicación, con los juzgados y otros organismos. Aprovechando los recursos de médicos de familia, rurales, enfermeros, artistas, se puede hacer todo el proceso de asistencia básica medicamentosa, psicoterapéutica y de organización productiva sin necesidad de contar con el equipo psi adentro. Y esto es una realidad: lo hemos probado en Neuquén.
-¿En qué se parece el modelo de Columbia al del Instituto Austral?
Susser: -En el modelo de psiquiatría comunitaria, hay tres principios adaptables a la idiosincrasia de cada lugar: centros de atención, medicación y personal para las crisis; abordaje, educación y contención a los cuidadores y red social, y generar ayuda mutua entre los pacientes, con fuerte inserción en la comunidad. Esto se logra en la calle, en la vida real, no en una clínica u hospital. Si no tienen familia, el sistema debe crear redes. En Nueva York hay departamentos o residencias donde los enfermos rehabilitados pueden vivir, a veces con atención permanente de médicos, enfermeros y acompañantes, y otras solos, con acceso a personas que los pueden ayudar. Las internaciones son para las crisis. Después, pueden y necesitan volver a la vida.
Sábado 18 de setiembre de 2010 | Publicado en edición impresa
Gabriela Navarra
Para LA NACION